miércoles, 15 de diciembre de 2010

LA MESA MÁGICA

Cuando salí de Piura me traje la ropa, zapatos, algunos libros, mi bicicleta y mi cama.
Al recorrer las calles de Chiclayo a dos ruedas, pedaleando para conocer, sintiendo el aire rozar mi rostro y mis músculos tensarse cuando le gano la carrera a alguna “motokar”, pienso en la mesa mágica, en mis amigas, en mi mundo…
La mesa mágica es un espacio sin forma y sub real que nació en la cocina de una casa situada en un rincón de Piura cerca al río.
Una mesa de tres con una silla para la visitante ocasional que si bien no vivía allí, era como si nunca se fuera, le despedíamos y recibíamos a veces cada tres días con sendos vasos de cerveza Franca y harta comida, porque los momentos importantes son para festejarlos.
Solía pedalear sin cansancio, intentando no borrar de la memoria cada detalle que pudiera poner en esa mesa, siempre, todas teníamos algo que llevar, era comida y/o cuento, o realidad o realidad mágica. No importaba qué trajeras, si eran mariposas, ranas o perros feroces, todo se ponía allí. Podían ser jefes pedorros o mototaxistas piropeadores, podía ser jefas medio locas o visitantes caseros extraños y personajes salidos de la nada y cogidos en el aire para aderezar la mesa. Por ella pasaban orcos corredores que aterrizan entre lágrimas de risa, comentarios salidos de una mente tan llena de confianza y alcohol que expectora cada verdad hasta que te da ternura que no dura mucho ya que no estamos para andar soltando amor por allí que esas son cosas de débiles jajaja… y por supuesto, clases sobre besar y abrazar aunque a alguno le haga asco al aprendizaje.
La solidaridad no existe sobre la mesa mágica, es casi madera de ella y carne de los locos que a ella se aferran, el afecto no se dice, los te amo, te quiero, eres importante tampoco… se decía hoy pensé en ti, con una receta mal aprendida y ejecutada, de tu comida preferida o escribiendo cartas sin título sólo por la ansiedad de la hora de llegada o por qué sé yo!!
La mesa mágica no se queja de quien no llegó a compartirla… (porque queda más comida para lxs otrxs jajaja), se burla de su propia desgracia hasta que queda así: "GRACIA", todo se puede arreglar con una clase de la “J” y las resacas se curan con pedaleo de 60km, escupiendo sapos por el maldito cigarro de la madrugada anterior.
Si de pronto te veías sin nada en los bolsillos que llevar no importaba, porque al rato te dabas cuenta que en los zapatos se te había pegado algún manjar para compartir, despanzurrarlo, estirarlo, trastocarlo para el beneplácito del grupo, pasábamos de cultas lectoras y analistas de poemas lésbicos a regias comentaristas de un artículo sobre la caca colgado en un blog ahora anulado.
La mesa mágica es un espacio alternativo de desarrollo en realidad, de construcción o deconstrucción, debieran decretarse leyes en mesas mágicas repletas de exquisitos manjares y bebidas a borbotear, no hay mejor espacio para solucionar el mundo, mesas donde el debate se cargue de humor y sarcasmo, y en donde se decrete felicidad y orgasmos múltiples obligatorios so pena de encierro y entre carcajadas que arranquen lágrimas. Mesas curativas que nos dejen ver lo fácil que se puede vivir si se tiene lo básico que cada comensal requiera, nada de estándares y nada de desestandarizar, sólo un espacio en el que sientas que realmente te place estar porque saca lo que quieras sacar de ti con la certeza de que te hará mejor persona… o te divertirá, qué más da!
Aún encuentro mariposas incluso por esta nueva tierra que me acoge temporalmente, y anhelo tanto llevarlas, pero o no llevo morral o no sé si cada día se achica más, necesito construir nuevas mesas mágicas que me ayuden a construirme a mi, necesito hablar de mi misma y reírme para saber que aún puedo hacerlo y que aún estoy viva como en aquel tiempo en que una artesana llegó a la Quinta Julia con sus herramientas en mano a jodernos la vida y remecerla hasta hacernos vomitar.